“Sentí un dolor enorme en la espalda”, “Me quedé clavado/a en el sitio”, “Vi las estrellas”, “No podía moverme” o “tuve que agarrarme para no caerme”, son frases muy habituales en boca de personas que han sufrido un episodio de lumbalgia.

Se presenta como un inesperado y fuerte dolor en la zona baja de la espalda, las conocidas “lumbares”. Sentimos entonces que “algo está a punto de romperse”, y esa gran molestia nos obliga a parar en seco. La dolencia se produce en medio de alguna actividad, llevándonos la mano a la espalda y tratando de sujetarnos, lo que provoca la imposibilidad del movimiento normal.
Y es que, la lumbalgia viene casi siempre sin avisar y, en la mayoría de ocasiones, mientras realizamos tareas cotidianas del día a día, que nada tienen que ver con un esfuerzo especial, ni con cargas altas de peso u otras situaciones extraordinarias que pudiéramos imaginar. Al contrario, el episodio de lumbalgia se presenta normalmente con alguno de nuestros movimientos más cotidianos: al sentarnos o levantarnos, al agacharnos a recoger algo del suelo, en nuestra práctica deportiva habitual, al llevar la compra, mientras limpiamos el coche o cogiendo en brazos a un nieto.
Lumbalgia aguda (puntual) versus lumbalgia crónica
Si es la primera vez que sufres un ataque de lumbalgia, tienes menos de 35 años, y el dolor se ha producido tras un esfuerzo puntual, especial o extraordinario, bien sea por una carga importante de peso, por un movimiento brusco o después de una alta actividad física o deportiva, es muy posible que estés sufriendo una lumbalgia aguda y que la molestia se pase en menos de dos semanas.
Podríamos decir que la lumbalgia crónica sería aquella que se prolonga en el tiempo más allá de 3 meses, o aquella que se repite de forma intermitente por periodos prolongados de tiempo, cercanos a esa duración de tiempo de forma habitual.
Los problemas lumbares están aumentando entre la población española adulta, y esto es causado en parte por un empeoramiento de nuestras prácticas posturales, tanto en el trabajo como durante el descanso, y por nuestro creciente sedentarismo, lo que disminuye nuestra flexibilidad general, además de debilitar nuestro sistema músculo-esquelético.
En contra del pensamiento común, se estima que en torno al 85% de la población sufrirá lumbalgia en algún momento de su vida.
Mientras las lumbalgias en personas más jóvenes son principalmente causadas por pinzamientos o hernias discales, distensiones muscular, sobreesfuerzos o ciática, algunas de las causas más habituales de la lumbalgia crónica que aparece en la madurez son la degeneración del cartílago que une las articulaciones de la columna, la compresión de los nervios en la zona de la columna vertebral, un mayor aplastamiento vertebral a raíz de la menopausia femenina sumada a la osteoporosis, y otros factores agravados por el paso de los años, así como ciertas enfermedades degenerativas como la artrosis, o incluso a causa de fracturas peor curadas por la edad.

Cómo actuar ante un episodio agudo de lumbalgia
A continuación, vamos a hacerte unas recomendaciones si tú o algún familiar cercano está sufriendo un episodio de lumbago, y no sabes cómo actuar.
Acudir al fisioterapeuta
Es muy importante que un profesional sanitario realice una valoración del episodio sufrido para iniciar el tratamiento óptimo y conseguir una mejor y más pronta recuperación.
Reposo inicial, sólo el imprescindible
Aunque mantener un pequeño reposo inicial puede ser recomendable cuando el episodio de lumbago ha sido muy intenso, se ha demostrado que este debe ser por un tiempo reducido, y que para recuperar las funciones motoras y para disminuir el dolor, lo mejor es retomar cuanto antes la actividad física de forma progresiva, siendo preferible el ejercicio activo al pasivo, el cual ayuda a aumentar la fuerza y mejorar el estado de la zona lumbar.
Aplicación de calor
No obstante lo indicado anteriormente, y siempre bajo recomendación de un profesional de la salud, puede ser beneficioso el tratamiento con calor seco moderado para mejorar la sensación de dolor cuando ésta se prolonga en el tiempo. Estas aplicaciones de calor, no obstante, deben ir acompañadas de un aumento en la actividad física, pues el incremento progresivo de la actividad física es una de las principales claves de la mejoría en pacientes con dolencias lumbares.
Evitar medicamentos
Medicamentos antiinflamatorios, calmantes musculares y otros fármacos para el dolor, sólo deben usarse con prescripción facultativa, y no deben convertirse en un tratamiento en sí mismo, sino en un medio para mejorar nuestra calidad de vida cuando nos resulta complicado el día a día o incluso el descanso, siendo el paso inmediato el de acudir a un fisioterapeuta que analice y trate la causa que se encuentra tras esa molestia o dolor inicial. Cuando escuchamos un ruido raro en el motor, no subimos la radio del coche y ya, ¿verdad? Pues con nuestro cuerpo, igual.
Reducir el estrés
Tanto el ejercicio físico como otras prácticas que previenen y contrarrestan el estrés que acumulamos en el día a día, pueden sernos beneficiosos para disminuir esas cargas tensionales que, indudablemente, aumentan la posibilidad de sufrir lesiones físicas musculares y óseas de diversa índole. Técnicas de relajación, reducir la ingesta de cafeína o un aumento y mejora en las horas de descanso son algunos de los aspectos a valorar para el control de las tensiones.
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En Fisioterapia Derio somos expertos en el tratamiento de lesiones relacionadas con el dolor de espalda como la lumbalgia.
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